La importancia de pasar de la empatía a la acción gracias a la compasión
Sabiendo que la base de la conducta PAS está en el cerebro, me lancé a la aventura de estudiar Neurociencias. Y aunque muchos me preguntan qué tendrá que ver esto con mi experiencia pasada en los quirófanos, desde ya os digo que MUY… MUCHO. Solo basta con observar cómo desde hace varios años venimos oyendo que el intestino es el segundo cerebro. Y…, después de toquetear unos cuantos segundos cerebros en mi vida profesional sentía curiosidad por trabajar también con el primer cerebro. El empujón para hacer esto me lo dio el campo de la Sensibilidad de Procesamiento Sensorial, el cual me iluminó el camino hacia el estudio del eje intestino-cerebro. Y aquí voy re-conciliando mente y cuerpo (e insisto en el uso del “re-” porque así era habitualmente hasta que llegó Descartes).
El intestino es el órgano con más superficie en contacto con nuestro entorno. Mucho más que la piel… De hecho, nuestra piel suele tomar en su recambio entre 18-20 días. No obstante, tenemos un intestino “nuevo” cada 5 días, de manera que eso da la idea de la necesidad de este órgano de estar actualizado. Y eso es porque debe mantener constantemente informado al cerebro. Por otro lado, el cerebro es un órgano con una capacidad prodigiosa de transformarse y eso es algo que desde la ASOCIACIÓN PAS ESPAÑA queremos que toda persona con Alta Sensibilidad entienda. Tienes unas características particulares en tu sistema nervioso que con buenas prácticas (mentales y alimentarias) puedes modular para que jueguen a tu favor y no en tu contra. Me explico…
Hasta hace poco se creía que tú nacías de una manera simplemente determinada por un código genético y te tocaba atravesar la vida con esa carga genética. Esos genes determinaban no sólo si tendrías tendencia o no a sufrir de alguna enfermedad física o mental, sino que además parecía que determinaban la cantidad y la calidad de “neuronas” que te habían tocado para afrontar el mundo. Pero esto no es así. Las neuronas también se rigen por la epigénetica (es decir, instrucciones del entorno que indican cómo debe leerse lo que viene escrito en las instrucciones del ADN) y esa lectura otorga al cerebro su característica base: la neuroplasticidad. Es decir, el cerebro no es un órgano rígido, es flexible. Evidentemente tienes un temperamento básico (tu Alta Sensibilidad) que te otorga la capacidad de realizar ciertas actividades con una facilidad innata. Pero también tienes que enfrentarte a retos que otras personas no afrontan porque no tienen esa forma de procesar profundamente la información que tienes tú. Sin embargo, es necesario que sepas que sobre todo tienes la capacidad de desarrollar cualquier parte del cerebro que te interese. Es importante que entiendas que forzarte a hacer las cosas de una determinada manera o a dejar de hacerlas tiene un impacto biológico sobre el cerebro y que tú tienes el poder de modificarlo. Y esta larga introducción me ha servido para hablarte de dos conceptos: la empatía y la compasión.
Es fácil utilizar compasión y empatía como sinónimos, pero no lo son. La empatía consiste en sentir el dolor de otra persona, mientras que la compasión consiste en actuar para aliviar el sufrimiento de los demás. Y por qué es importante conocer la distinción. Pues porque como PAS la EMPATÍA forma parte de uno de los pilares que definen el rasgo de la Alta Sensibilidad. Pero si bien, tener empatía es un aspecto clave que define a una PAS, si no experimentas la COMPASIÓN te estás quedando a ¾ del camino. Y ese último cuarto es fundamental para moldear tu cerebro y modificarlo de manera que sea lo más ventajoso posible para tu vida.
Al definir la empatía, el diccionario de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría (APA) la describe como la comprensión del marco de referencia de otra persona en términos de sus sentimientos, pensamientos y percepción. Pero la motivación para ayudar a otro individuo a menudo no viene acompañada del sentimiento de empatía. Simplemente se quiere saber “¿cómo te sientes?” y relacionarse con la persona desde esa comprensión. En cambio, según la definición de compasión de la APA, es un sentimiento fuerte donde se tiene un deseo natural (y a veces incontrolable) de consolarla o ayudarla. No se limita a sentir empatía, sino que va más allá al tener en cuenta formas de ayudar a un individuo con lo que necesita para mejorar. La compasión se centra en las formas de mejorar la situación actual de una persona basándose en la comprensión del problema.
Analicemos más a fondo la diferencia entre compasión y empatía. La compasión va más allá de la comprensión de una situación o incluso de ponerse en los zapatos de la otra persona. La compasión es la energía que guiará el impulso de buscar formas de ayudar. De hecho, puedes sentir empatía por desconocidos, pero es difícil sentir compasión por desconocidos y en especial por personas que no te caen bien. Un hecho interesante sobre la empatía es que te da una sensación de conexión con el individuo aunque sean extraños. Es decir, las emociones pueden hacer que te sientas conectado con el dolor de otra persona aunque no la conozcas o ni siquiera sepas cómo es. Cuando hay emociones de por medio, la empatía puede acarrear diversos problemas. Puede llevarnos a hacer suposiciones y a tomar decisiones basadas en cómo nos sentimos ante una situación en lugar de basarnos en la verdadera realidad de esta. Es importante ser capaz de medir los ideales de una situación y distanciarse emocionalmente de ella para poder tomar decisiones de calidad al respecto. En cambio, en la compasión forzosamente necesitas saber qué es eso que puede ayudar a la otra persona a sentirse mejor. Y esa manera de indagar sobre el problema, aporta mucho más que la mera suposición ya que “aterriza” las emociones con acciones.
La empatía puede predisponer a un líder a intentar resolver un problema porque “siente” que una persona lo necesita más o porque está viendo desde la perspectiva de la persona. Desgraciadamente, éste no es un enfoque objetivo y resulta agotador intentar ver desde la perspectiva de todos. Además, es posible perder la oportunidad de ayudar a alguien sólo porque creemos que la persona con la que empatizamos lo necesita más. Cuando se piensa en la empatía, no es necesario hacer nada más que “sentir”. Sin embargo, es diferente de la compasión, ya que requiere que actúes a partir de la información que tienes. Te impulsa a hacer algo más que “comprender”, sino a pasar a “sentir” y hacer algo con lo que has “sentido”. Como decía antes, es difícil sentir compasión por gente que no te cae bien. Esto se debe a que la compasión requiere un fuerte compromiso para ver a una persona a través de su desafío, y adquirir compromisos con personas que no son de tu agrado no es imposible pero sí muy, pero que muy difícil.
Por otro lado, siempre que te encuentres en situación de ayudar a otros, debes saber que lo que te hace compasivo es el proceso de hacer todo lo posible por mejorar su situación. Como líder, piensa siempre en cómo tu influencia y tu posición pueden ayudar a mejorar la vida de los demás, sus necesidades y sus experiencias en general. La compasión consiste en querer algo bueno para los demás, y para uno mismo. De hecho, esa sensación de bienestar que sientes cuando ayudas a alguien, es algo que por lo general merece la pena celebrar. ¿Y cómo solemos celebrarlo? Pues por lo general degustando un buen plato. Reforzamos esa sensación de “bien hecho” a través de la vía de recompensa alimentaria. Esto es algo casi innato y presente en las culturas desde que el hombre es hombre y empezó a compartir las presas de caza con sus congéneres. Una vez más intestino y cerebro se comunican para reforzar una conducta.
Cuando se combina la empatía afectiva con la compasión, esta última actúa como mecanismo de regulación emocional, lo que permite al empático gestionar sus propios sentimientos a la hora de valorar a alguien en apuros. Es por ello que, como PAS es una gran ventaja que tu cerebro te lleve a manifestar la empatía de una manera más intensa. Pero para que esa empatía te reporte un beneficio te recomendamos ir un poco más allá y probar a ejercer la acción compasiva. De hecho, no hay límite a lo que puedes hacer por los demás. Por poco que sea, considera siempre la diferencia que podría suponer para esa persona. De manera que anímate a hacerlo. Además, la empatía-compasiva es la que realmente tiene un significado pro-social. La empatía por sí sola no asegura buenas relaciones sociales. Al contrario. Y para más INRI solo te aporta malestares (mentales y físicos). Con lo que al final, no se trata sólo de ellas (las personas a las que ayudas) también se trata de un bien que te haces a ti mism@. Y ese reflujo, dolor abdominal o incluso esa presión en la boca del estómago te lo agradecerá.
En resumen, cuando eres una persona empática y compasiva es probable que la gente te quiera y confíe en ti por igual, además de tener una gran percepción de ti. Además, te reconforta saber que estás contribuyendo de forma significativa a las vidas y experiencias de los demás. En última instancia, cuando las personas que te rodean tienen una mejor calidad de vida, se crea un efecto dominó para ti también: puedes tener una sensación de paz y disfrutar dando lo mejor de ti tanto en tu círculo de amistades como en el trabajo. En el mejor de los casos, si alguna vez necesitas algún tipo de apoyo -que todos lo necesitamos-, siempre sabrás que has creado una comunidad de personas que te cubren las espaldas.
Figura 1. Diferentes niveles de interacción con la otra persona.
Van Oudenhove L et al. Biopsychosocial Aspects of Functional Gastrointestinal Disorders. Gastroenterology. 2016 Feb 18:S0016-5085(16)00218-3.
Stevens F & Taber K. The neuroscience of empathy and compassion in pro-social behavior. Neuropsychologia. 2021 Aug 20;159:107925.
Pérez-Chacón M et al. Sensory Processing Sensitivity and Compassion Satisfaction as Risk/Protective Factors from Burnout and Compassion Fatigue in Healthcare and Education Professionals. Int J Environ Res Public Health. 2021 Jan 12;18(2):611.
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Compasión: cuando pasamos de la empatía a la acción
La importancia de pasar de la empatía a la acción gracias a la compasión
Sabiendo que la base de la conducta PAS está en el cerebro, me lancé a la aventura de estudiar Neurociencias. Y aunque muchos me preguntan qué tendrá que ver esto con mi experiencia pasada en los quirófanos, desde ya os digo que MUY… MUCHO. Solo basta con observar cómo desde hace varios años venimos oyendo que el intestino es el segundo cerebro. Y…, después de toquetear unos cuantos segundos cerebros en mi vida profesional sentía curiosidad por trabajar también con el primer cerebro. El empujón para hacer esto me lo dio el campo de la Sensibilidad de Procesamiento Sensorial, el cual me iluminó el camino hacia el estudio del eje intestino-cerebro. Y aquí voy re-conciliando mente y cuerpo (e insisto en el uso del “re-” porque así era habitualmente hasta que llegó Descartes).
El intestino es el órgano con más superficie en contacto con nuestro entorno. Mucho más que la piel… De hecho, nuestra piel suele tomar en su recambio entre 18-20 días. No obstante, tenemos un intestino “nuevo” cada 5 días, de manera que eso da la idea de la necesidad de este órgano de estar actualizado. Y eso es porque debe mantener constantemente informado al cerebro. Por otro lado, el cerebro es un órgano con una capacidad prodigiosa de transformarse y eso es algo que desde la ASOCIACIÓN PAS ESPAÑA queremos que toda persona con Alta Sensibilidad entienda. Tienes unas características particulares en tu sistema nervioso que con buenas prácticas (mentales y alimentarias) puedes modular para que jueguen a tu favor y no en tu contra. Me explico…
Hasta hace poco se creía que tú nacías de una manera simplemente determinada por un código genético y te tocaba atravesar la vida con esa carga genética. Esos genes determinaban no sólo si tendrías tendencia o no a sufrir de alguna enfermedad física o mental, sino que además parecía que determinaban la cantidad y la calidad de “neuronas” que te habían tocado para afrontar el mundo. Pero esto no es así. Las neuronas también se rigen por la epigénetica (es decir, instrucciones del entorno que indican cómo debe leerse lo que viene escrito en las instrucciones del ADN) y esa lectura otorga al cerebro su característica base: la neuroplasticidad. Es decir, el cerebro no es un órgano rígido, es flexible. Evidentemente tienes un temperamento básico (tu Alta Sensibilidad) que te otorga la capacidad de realizar ciertas actividades con una facilidad innata. Pero también tienes que enfrentarte a retos que otras personas no afrontan porque no tienen esa forma de procesar profundamente la información que tienes tú. Sin embargo, es necesario que sepas que sobre todo tienes la capacidad de desarrollar cualquier parte del cerebro que te interese. Es importante que entiendas que forzarte a hacer las cosas de una determinada manera o a dejar de hacerlas tiene un impacto biológico sobre el cerebro y que tú tienes el poder de modificarlo. Y esta larga introducción me ha servido para hablarte de dos conceptos: la empatía y la compasión.
Es fácil utilizar compasión y empatía como sinónimos, pero no lo son. La empatía consiste en sentir el dolor de otra persona, mientras que la compasión consiste en actuar para aliviar el sufrimiento de los demás. Y por qué es importante conocer la distinción. Pues porque como PAS la EMPATÍA forma parte de uno de los pilares que definen el rasgo de la Alta Sensibilidad. Pero si bien, tener empatía es un aspecto clave que define a una PAS, si no experimentas la COMPASIÓN te estás quedando a ¾ del camino. Y ese último cuarto es fundamental para moldear tu cerebro y modificarlo de manera que sea lo más ventajoso posible para tu vida.
Al definir la empatía, el diccionario de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría (APA) la describe como la comprensión del marco de referencia de otra persona en términos de sus sentimientos, pensamientos y percepción. Pero la motivación para ayudar a otro individuo a menudo no viene acompañada del sentimiento de empatía. Simplemente se quiere saber “¿cómo te sientes?” y relacionarse con la persona desde esa comprensión. En cambio, según la definición de compasión de la APA, es un sentimiento fuerte donde se tiene un deseo natural (y a veces incontrolable) de consolarla o ayudarla. No se limita a sentir empatía, sino que va más allá al tener en cuenta formas de ayudar a un individuo con lo que necesita para mejorar. La compasión se centra en las formas de mejorar la situación actual de una persona basándose en la comprensión del problema.
Analicemos más a fondo la diferencia entre compasión y empatía. La compasión va más allá de la comprensión de una situación o incluso de ponerse en los zapatos de la otra persona. La compasión es la energía que guiará el impulso de buscar formas de ayudar.
De hecho, puedes sentir empatía por desconocidos, pero es difícil sentir compasión por desconocidos y en especial por personas que no te caen bien. Un hecho interesante sobre la empatía es que te da una sensación de conexión con el individuo aunque sean extraños. Es decir, las emociones pueden hacer que te sientas conectado con el dolor de otra persona aunque no la conozcas o ni siquiera sepas cómo es. Cuando hay emociones de por medio, la empatía puede acarrear diversos problemas. Puede llevarnos a hacer suposiciones y a tomar decisiones basadas en cómo nos sentimos ante una situación en lugar de basarnos en la verdadera realidad de esta. Es importante ser capaz de medir los ideales de una situación y distanciarse emocionalmente de ella para poder tomar decisiones de calidad al respecto. En cambio, en la compasión forzosamente necesitas saber qué es eso que puede ayudar a la otra persona a sentirse mejor. Y esa manera de indagar sobre el problema, aporta mucho más que la mera suposición ya que “aterriza” las emociones con acciones.
La empatía puede predisponer a un líder a intentar resolver un problema porque “siente” que una persona lo necesita más o porque está viendo desde la perspectiva de la persona. Desgraciadamente, éste no es un enfoque objetivo y resulta agotador intentar ver desde la perspectiva de todos. Además, es posible perder la oportunidad de ayudar a alguien sólo porque creemos que la persona con la que empatizamos lo necesita más. Cuando se piensa en la empatía, no es necesario hacer nada más que “sentir”. Sin embargo, es diferente de la compasión, ya que requiere que actúes a partir de la información que tienes. Te impulsa a hacer algo más que “comprender”, sino a pasar a “sentir” y hacer algo con lo que has “sentido”. Como decía antes, es difícil sentir compasión por gente que no te cae bien. Esto se debe a que la compasión requiere un fuerte compromiso para ver a una persona a través de su desafío, y adquirir compromisos con personas que no son de tu agrado no es imposible pero sí muy, pero que muy difícil.
Por otro lado, siempre que te encuentres en situación de ayudar a otros, debes saber que lo que te hace compasivo es el proceso de hacer todo lo posible por mejorar su situación. Como líder, piensa siempre en cómo tu influencia y tu posición pueden ayudar a mejorar la vida de los demás, sus necesidades y sus experiencias en general. La compasión consiste en querer algo bueno para los demás, y para uno mismo. De hecho, esa sensación de bienestar que sientes cuando ayudas a alguien, es algo que por lo general merece la pena celebrar. ¿Y cómo solemos celebrarlo? Pues por lo general degustando un buen plato. Reforzamos esa sensación de “bien hecho” a través de la vía de recompensa alimentaria. Esto es algo casi innato y presente en las culturas desde que el hombre es hombre y empezó a compartir las presas de caza con sus congéneres. Una vez más intestino y cerebro se comunican para reforzar una conducta.
Cuando se combina la empatía afectiva con la compasión, esta última actúa como mecanismo de regulación emocional, lo que permite al empático gestionar sus propios sentimientos a la hora de valorar a alguien en apuros. Es por ello que, como PAS es una gran ventaja que tu cerebro te lleve a manifestar la empatía de una manera más intensa. Pero para que esa empatía te reporte un beneficio te recomendamos ir un poco más allá y probar a ejercer la acción compasiva. De hecho, no hay límite a lo que puedes hacer por los demás. Por poco que sea, considera siempre la diferencia que podría suponer para esa persona. De manera que anímate a hacerlo. Además, la empatía-compasiva es la que realmente tiene un significado pro-social. La empatía por sí sola no asegura buenas relaciones sociales. Al contrario. Y para más INRI solo te aporta malestares (mentales y físicos). Con lo que al final, no se trata sólo de ellas (las personas a las que ayudas) también se trata de un bien que te haces a ti mism@. Y ese reflujo, dolor abdominal o incluso esa presión en la boca del estómago te lo agradecerá.
En resumen, cuando eres una persona empática y compasiva es probable que la gente te quiera y confíe en ti por igual, además de tener una gran percepción de ti. Además, te reconforta saber que estás contribuyendo de forma significativa a las vidas y experiencias de los demás. En última instancia, cuando las personas que te rodean tienen una mejor calidad de vida, se crea un efecto dominó para ti también: puedes tener una sensación de paz y disfrutar dando lo mejor de ti tanto en tu círculo de amistades como en el trabajo. En el mejor de los casos, si alguna vez necesitas algún tipo de apoyo -que todos lo necesitamos-, siempre sabrás que has creado una comunidad de personas que te cubren las espaldas.
Figura 1. Diferentes niveles de interacción con la otra persona.
Lorea Zubiaga MD PhD
Ms Neurociencias
Lorea Zubiaga es Investigadora Biomédica y Directora de Formación de PAS España
Fuentes:
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